Hoy en día, no hay una botella de buen vino, ya sea champagne, generoso, vino tranquilo o cualquier otro que no haya sido cerrada con un buen tapón de corcho, aunque existan otras posibilidades tales como los corchos sintéticos, los tapones de rosca o los tapones de vidrio. Este es el encargado de mantener hermético el contenido, impidiendo que pierda sus propiedades. Incluso consigue mejorar si está bien conservado las características del vino.
Recorrido por la historia del corcho
El uso del corcho es una materia prima ya valorada en la antigüedad. Hay referencias que datan de 3.000 a.C. en las que los egipcios y persas ya lo utilizaban como accesorios de pesca, así como otros pueblos que teniendo en cuenta las diferentes características y posibilidades lo utilizaban desde el calzado a la construcción.
Aunque cuando se empieza a utilizar un trozo de corteza de alcornoque como tapón para cerrar herméticamente fue con los pueblos griegos y romanos, grandes conocedores del vino, de sus secretos y de sus efectos afrodisiacos y embriagadores, por la flexibilidad para cerrar sus ya famosas ánforas de arcilla, barricas u odres de vino.
No obstante, no fue un uso muy extendido, ya que continuaban taponando con trozos de tejido impregnados en aceite de oliva, o en grasa vegetal a veces también lacrando y cegando con barro arcilloso sus envases. Sistemas que evitaban que pudiese circular el oxígeno, lo que hacía imposible la transpiración del vino y este se deterioraba.
Se podría decir que la gran revolución de los tapones de corcho fue con el incremento del uso del vidrio. Los jarros de terracota fueron reemplazados paulatinamente por botellas de vidrio, primero para el servicio, y luego para el almacenamiento.
El uso oficial del corcho data el S.XVII
En Francia, el mayor desarrollo en la aplicación del corcho como tapón ocurrió alrededor del año 1.600. El uso de la botella de vidrio y del corcho como tapón data del siglo XVII, fecha en la que, gracias al monje benedictino francés Don Pierre Pérignon, decidió utilizar el tapón de corcho en forma de cono para tapar las botellas de vino de Champaña, en lugar de los tapones de madera usados hasta entonces, para sellar las botellas de su famoso champán.
Con el perfeccionamiento de la regularidad de las botellas de vidrio, gracias a la industrialización de la fabricación, el uso de los tapones de corcho se populariza. Incluso se patenta en Inglaterra en el siglo XIX una máquina para fabricarlos. Mientras tanto, en Francia, el uso de los tapones de corcho conformados por dos elementos de corcho pegados entre sí se desarrolla.
Para terminar, en el siglo XX, el tapón de corcho cilíndrico tal y como se lo conoce se convierte en la norma. Los fabricantes lo proponen en diferentes tamaños para adaptarse a las necesidades específicas de cada vino.
Origen del tapón de corcho
Desde la dehesa hasta la botella, el corcho recorre un camino fascinante en el que el ser humano, la naturaleza y la tecnología se entrelazan y apoyan mutuamente. La saca, realizada por trabajadores con experiencia que transmiten su saber de generación en generación, es solo el primer paso de un proceso extraordinario en el que no se desperdicia nada.
El origen del corcho es el alcornoque (Quercus Suber), un árbol que se encuentra esencialmente en el Mediterráneo occidental, cultivándose extensamente en España, Portugal, Argelia, Marruecos, Francia, Italia y Túnez. De este se extrae cada nueve años, y siempre entre mayo y agosto, cuando el árbol se encuentra en su fase de crecimiento más activa. La corteza es gruesa y rugosa, con el tiempo esta llega a tener un grosor considerable.
A medida que va creciendo el Alcornoque se va engrosando su tallo, acumulando hacia el exterior de la madera células muertas y huecas, lo que será el corcho. Esta capa aísla y protege las zonas más sensibles del árbol. El alcornoque tiene la propiedad de regenerarse permitiendo generar capas que pueden ser extraídas sin perjudicar al árbol, viven aproximadamente entre 150 y 250 años.
No se tala ningún árbol, y la corteza se extrae sin provocar ningún daño. El proceso se realiza con una precisión absoluta realizando una incisión vertical y después horizontal en el tronco para retirar la plancha de corcho con todo cuidado. El alcornoque es la única especia cuya corteza se regenera tras cada saca. De hecho, vuelve a crecer por completo, adquiriendo una textura más suave. Para el alcornoque, cada final es un nuevo comienzo.
¿Cuánto se tarda en generar el corcho?
Se necesitan veinticinco años para poder extraerle la corteza por primera vez, la llamada «virgen», que no es especialmente buena. Tras esta primera saca, es necesario esperar otros nueve años para que el ciclo se complete. En el tronco se pinta un número del cero al nueve para indicar el año en el que se extrajo la corteza.
El ciclo del corcho es rítmico y misterioso. Tras la tercera saca, es decir, después de casi 43 años desde que se plantó el árbol, el corcho reúne las condiciones ideales para la producción de tapones naturales.
Desde la corteza, original hasta el producto final, el corcho pasa por diferentes etapas que se diferencian según el tipo de tapón que se desea obtener. Sin embargo, todas las planchas de corcho se someten a los mismos cuidados preventivos y curativos.
La producción de un tapón de corcho es un proceso fascinante en el que la pericia humana es tan importante como la sofisticación tecnológica. A pesar de la evolución del procedimiento industrial, los tapones de corcho siguen siendo el resultado de una notable alianza entre el hombre y la máquina que se prolonga desde siglos atrás.
España es la segunda mayor potencia mundial en este sector, solo superada por Portugal. La facturación en nuestro país alcanza los 350 millones de euros al año. Además, genera unos 2.000 puestos de trabajo al año, que se elevan hasta los 3.000 en la época de saca, que comienza por estas fechas y se alarga hasta agosto.
El alcornocal español genera unas 70.000 toneladas de corcho en bruto al año. La mitad se produce en Andalucía, que es la región más importante, seguida de Extremadura y Cataluña.
¿Por qué el corcho?
Utilizado al principio por sus propiedades de impermeabilidad a los líquidos y elasticidad, el corcho se valora ahora también por otros motivos.
- El corcho deja pasar paulatinamente pequeñas cantidades de aire que permiten a los vinos añejarse mejor desarrollando sus múltiples aromas.
- El corcho es un material que se enmarca en una iniciativa ecológica. Se trata de un material sostenible porque no es necesario cortar el alcornoque para extraer su corteza característica: el corcho. Lo más interesante es que para fabricar el corcho, el alcornoque necesita absorber mucho CO2 por fotosíntesis. El tapón de corcho es por lo tanto una solución sana durante la totalidad de su vida útil.
A lo largo de su historia, el tapón de corcho logró sacar provecho de las ventajas que ofrecen sus propiedades. Sigue siendo la solución favorita a día de hoy de los viticultores y enólogos. En efecto, tiene la capacidad de dejar respirar el vino a la vez que deja hermético el recipiente que lo contiene. Además, las cualidades ecológicas del tapón de corcho lo convierten en ventaja para todos los profesionales deseosos de adoptar una iniciativa de protección sostenible.